La gastronomía de Cartagena y su comarca ha experimentado una notable evolución desde la década de 1960 hasta el presente, manteniendo siempre una marcada identidad local. En los años sesenta, la oferta culinaria estaba dominada por restaurantes tradicionales y tabernas familiares que servían platos caseros del campo y el mar. Era la época en la que los pescadores aún cocinaban el caldero en la playa tras la faena – un guiso humilde de arroz con pescado de roca y ñoras – que poco a poco comenzó a aparecer en los menús de los mesones locales como especialidad. También eran habituales recetas sencillas y reconfortantes como los michirones, un guiso de legumbres y embutidos típico de la comarca del Campo de Caratgena, que se ofrecía en bares y ventas de carretera de la comarca.
A medida que avanzaban los años setenta y ochenta, Cartagena empezó a abrirse a nuevas influencias sin perder sus raíces. El crecimiento del turismo nacional y la cercanía del Mar Menor impulsaron a los restaurantes a refinar sus preparaciones de pescados y mariscos. Aparecieron en la ciudad marisquerías y casas de comidas que elevaron platos de siempre a una categoría más sofisticada, pero manteniendo sabores auténticos. Un ejemplo emblemático de esta época es el auge de los salazones locales: atún, bonito, hueva de mújol y otras conservas de pescado en sal, que pasaron de ser una tradición milenaria a convertirse en delicatessen ofrecidas como entrantes en los restaurantes. De igual forma, la popular Marinera – ensaladilla rusa servida sobre una crujiente rosquilla de pan y coronada con una anchoa – se consolidó como la tapa estrella de Cartagena en cualquier bar, reflejando esa combinación perfecta entre el producto del mar y de la tierra.
En los años noventa y durante la primera década del siglo XXI, la gastronomía cartagenera continuó diversificándose. Nuevos restaurantes exploraron la cocina de autor y las técnicas contemporáneas, influenciados por tendencias internacionales, pero siempre reinterpretando el recetario local. Se integraron ingredientes de otras culturas, lo que enriqueció la escena culinaria, pero los platos icónicos de la zona siguieron presentes. Por ejemplo, muchos chefs comenzaron a experimentar con presentaciones innovadoras del caldero, pulpo a la cartagenera a la plancha con su aliño de aceite de oliva, vinagre y limón, o postres tradicionales como el pan de Calatrava, un tipo de pudín, adaptándolos a formatos de alta cocina. Esta fusión entre vanguardia y tradición atrajo la atención de críticos y fomentó la aparición de rutas gastronómicas por la comarca, donde se podían degustar vinos de la tierra y productos locales en entornos tanto rurales como urbanos.
En la actualidad, Cartagena goza de un panorama gastronómico vibrante y reconocido, en el que conviven la cocina tradicional y la de vanguardia. Restaurantes galardonados, como Magoga (que logró una estrella Michelin para la ciudad), apuestan por reinterpretar los sabores cartageneros con técnicas modernas. En ellos se revalorizan ingredientes autóctonos del Campo de Cartagena – verduras, cítricos, almendras – y productos del mar Mediterráneo. La comarca ha visto resurgir antiguas recetas en formato de tapas creativas y menús degustación que narran la historia local en cada plato. Además, se ha potenciado la cultura del asiático, un café típico de Cartagena con leche condensada, Licor 43, coñac, canela y limón, que ahora se presenta en versiones originales en cafeterías de especialidad, llevando esta tradición de la sobremesa a las nuevas generaciones.
En resumen, desde los sencillos guisos de pescadores de los años sesenta hasta la alta cocina contemporánea, la gastronomía de Cartagena y su comarca ha mantenido su esencia mediterránea. Los restaurantes de la ciudad han sabido honrar la herencia culinaria – basada en la fusión natural entre mar y su campo – al tiempo que innovan y se adaptan a los gustos actuales. Esta evolución, siempre fiel a la identidad cartagenera, ha posicionado a Cartagena como un destino gastronómico destacado en la vertiente mediterránea, donde el pasado y el presente se saborean en cada mesa.
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