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Las inundaciones históricas provocadas por las Gotas Frías en Cartagena

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PorECM

14 de mayo de 2022 , ,
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La ciudad de Cartagena se encuentra situada entre dos ramblas principales, la Rambla de Benipila por su lado Oeste y que desemboca al mar por la Algameca, al oeste del puerto, y la Rambla del Hondón por su lado Este y que desemboca junto al espigón del faro de San Pedro.

Estas dos ramblas, históricamente han sido las causantes de las numerosas e importantes riadas e inundaciones sufridas por Cartagena a lo largo de la Historia.

Citaré las cuatro más importantes del siglo XX hasta la época en que yo tenía nueve años y asistí impresionado al gran poder de las fuerzas de la Naturaleza.

El 29 de septiembre de 1919, día de San Miguel, se produjo la inundación más grande de todo el siglo XX, conocida como la Gran Riada, por desbordamiento de las Ramblas de Benipila y del Hondón, tras descarga de tres tormentas a primeras horas de la noche y que dejaron la ciudad totalmente anegada, llegándose a registrar alturas de 3,2 m en la calle Real y 3 m en las calles del Carmen y Santa Florentina. Las zonas inundables del Almarjal y el Hondón quedaron convertidas en lagunas durante mucho tiempo.

Imagen del Archivo Municipal de Cartagena

 

El 21 y 22 de Octubre de 1948 llovió torrencialmente sobre Cartagena durante doce horas con el resultado de inundaciones de menor intensidad que la Gran Riada.

El 13 de noviembre de 1953 una nueva riada afectó a la ciudad. El agua en la Rambla de Benipila alcanzó más de 2 m de altura, pero no desbordó. La inundación del centro de la ciudad se debió a la incapacidad de la red de alcantarillado. El Almarjal y el Hondón quedaron nuevamente anegados por el desbordamiento de la Rambla del Hondón.

El Almarjal (hoy el Ensanche de Cartagena) era una zona baja e inundable, que en época cartaginesa y romana había sido una laguna comunicada con el mar a través de un canal. Ese canal es hoy la calle Santa Florentina, que comunicaba con el Mar de Mandarache, hoy la dársena del Arsenal Militar.

El Almarjal se extendía hasta el límite oeste de mi barrio, situado en la Diputación de El Hondón. Por el este del barrio discurría la Rambla de El Hondón.

Estas dos circunstancias dejan entrever que la zona donde vivía era propicia a inundarse en cuanto se produjeran las lluvias torrenciales típicas del otoño por esta región. Los meteorólogos siempre han llamado a este fenómeno Gota fría, pero hoy, época tan cambiante en el lenguaje, se le conoce como DANA (acrónimo de Depresión Atmosférica en Niveles Altos).

Dadas estas pequeñas explicaciones paso a relatar los recuerdos que me han quedado de la riada del 22 de noviembre de 1955, que viví intensamente cuando tenía nueve años de edad. Mi barrio, situado al norte de la Estación de Renfe, estaba comunicado con la ciudad por una única vía, la carretera de La Asomada. Entre la Estación de Renfe y mi barrio, unos 600 m de distancia, solamente habían las siguientes edificaciones: la Casa de Magro, dueño de la Fábrica de Harinas, la pequeña Fábrica de chocolate y las Casa Nuevas, cuatro viviendas de planta baja. Todas estas edificaciones estaban juntas y anexas a la Estación de Renfe y situadas en la zona alta del terreno.Frente a ellas comenzaba la depresión del Almarjal, la antigua laguna, en la que estaba construido el Campo de Fútbol del Cartagena, Estadio Municipal del Almarjal se llamaba.

Continuando la carretera, a su derecha estaba la Fábrica de Harinas y el Colegio Alemán, donde se construyó después la cartagenera Fábrica de Cervezas El Azor.

Pasado el Colegio Alemán, ya muy cerca del barrio, la carretera bajaba y subía, formando una pequeña hondonada, que conocíamos por el badén, y que no era sino el desagüe natural de las aguas de lluvia recogidas por los bancales aledaños. Ese día, 22 de noviembre de 1955, amaneció gris y encapotado por nubes negras y amenazantes, que poco a poco oscurecieron la luz solar y dieron paso a una lluvia torrencial y continua que comenzó a inundar los callejones del barrio y a cubrir la carretera.

Recuerdo que mi hermano y yo estábamos asomados a la ventana de la habitación de mis padres, desafiando los numerosos relámpagos (culebrinas) y fuertes truenos que se producían en el cielo y viendo pasar el torrente de rápidas aguas por la puerta de la casa, vivíamos en la zona más elevada del barrio, llevando consigo multitud de grandes pompas (soldaditos les llamábamos mi hermano y yo) formadas por las grandes gotas de lluvia al caer. Mi madre no paraba de decirnos que nos quitáramos de la ventana mientras repetía a cada trueno: Santa Bárbara bendita, que en el Cielo estás escrita con papel y agua bendita.

A lo largo de la mañana la lluvia continuó cayendo tenazmente y las aguas siguieron subiendo de nivel, sobre todo cuando se produjo el desbordamiento de la rambla del Hondón, que terminó de anegar la zona del Almarjal, llegando las aguas hasta las mismas puertas de la Estación de Renfe y en mi barrio hasta la misma puerta de mi casa, que con otras cuatro contiguas fueron las únicas que se libraron de la entrada de las aguas embarradas.

Hacia mediodía dejó de llover y pudimos salir a ver lo que estaba sucediendo. Nos calzamos las botas de agua y llegamos hasta las proximidades del badén de la carretera, que como cauce natural de las escorrentías era atravesado por una fuerte corriente de agua procedente del desbordamiento de la rambla del Hondón, que arrastraba toda clase de objetos y animales ahogados.

Se podían ver, además de ramas, pequeños troncos y enseres domésticos, una gran cantidad de pimientos, berenjenas y tomates flotando sobre las aguas, procedentes de los bancales que el Tío Berenjano cultivaba entre el Colegio Alemán y el barrio.

Imagen del Archivo Municipal de Cartagena

La corriente por el badén era tan fuerte que sólo algún coche robusto se atrevía a pasar. Un motorista, en una pequeña Guzzi-Hispania, lo intentó y el resultado fue que acabaron él y la moto arrastrados por la corriente hacia los terrenos del Almarjal, teniendo que salir a nado el motorista y abandonando la moto sumergida y arrastrada por las aguas. La magnitud de la riada fue tal que derribó el muro de piedra de cerramiento del Colegio Alemán.

La altura que alcanzó el agua en la hondonada del Almarjal se puede comprender por el hecho de que de las altas paredes del campo de fútbol apenas asomaban un metro por encima de las aguas.

Nos impresionó mucho ver cómo llegaron camiones del ejército y de la marina para rescatar a las gentes que habían quedado aisladas en sus casas, para lo cual utilizaron barcas de remos.

Fue un día de angustia para los mayores, pero para los críos, una vez pasado el susto, lo fue de emocionantes aventuras que continuaron en los días siguientes, en que, provistos de nuestras negras botas de agua, recorrimos todo lo que pudimos la laguna en que se convirtió el Almarjal.

Riadas de menor consideración he vivido muchas en esa época, ya que eran como una tradición que se cumplía anualmente. Los críos siempre sacamos partida de ellas con el juego y las peripecias que nos proporcionaban las aguas embalsadas durante días.

Hoy el Almarjal no existe y se convirtió hace tiempo, tras su relleno, en el Ensanche de la ciudad moderna, pero todavía sigue dando problemas cuando llueve.

 

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ECM

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