Descubre Cartagena. Una ciudad con mar
Una visita inesperada
Hace mucho tiempo, en el puerto de Cartagena, un acontecimiento desconcertante sacudió a sus habitantes. Un ataúd de madera, antiguo y sin dueño, había desembarcado en el muelle, desatando rumores y misterios entre la gente de la ciudad.
El ataúd permaneció en los almacenes portuarios, envuelto en un silencio inquietante. Nadie sabía de dónde venía ni a quién pertenecía. Sin embargo, una noche, una notificación llegó desde La Coruña, reclamando el enigmático féretro.
La noticia se extendió rápidamente, y con ella, historias de un pariente del Conde Drácula que había desembarcado en las costas españolas. Las muertes inexplicables y los cadáveres desangrados que empezaron a aparecer en los pueblos por los que el ataúd pasaba alimentaban la leyenda del “Vampiro de Cartagena”.
El féretro viajó por toda España, dejando un rastro de terror y misterio. Desde Alhama de Murcia hasta Toledo, y de Borox a Santillana del Mar, cada parada estaba marcada por acontecimientos macabros. Pero lo más extraño ocurrió cuando, al llegar a La Coruña, nadie se presentó para reclamarlo.
El ataúd fue devuelto a Cartagena, y allí, un noble serbio lo solicitó. Pero desapareció sin dejar rastro. Las autoridades, desconcertadas y temerosas, decidieron enterrar el ataúd en un cementerio local, esperando poner fin a la maldición.
Años más tarde, Antonio Aracíl, un investigador apasionado por lo paranormal, decidió investigar la leyenda. Recorrió los pueblos por donde el ataúd había pasado, recolectando historias y testimonios. Aunque no encontró pruebas concretas, las historias que escuchó eran suficientes para mantener viva la leyenda.
En su viaje, Antonio se encontró con ancianos que recordaban las historias de un hombre que chupaba la sangre y de un noble serbio que solo salía de noche. Estas historias, aunque dispersas y vagas, tejían una red de misterio y fascinación en torno al ataúd y su viaje por España.
La leyenda del “Vampiro de Cartagena” continuó creciendo, convirtiéndose en una parte intrigante del folclore local. El ataúd, enterrado y olvidado, seguía siendo un enigma, una pieza clave en un misterio sin resolver que aún hoy susurra en las calles de Cartagena, recordando a todos que algunos misterios están destinados a permanecer sin respuesta.
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