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Cuentos de Cartagena – Capítulo XVI – La Noria del Mar

PorAida

11 de febrero de 2024
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La Noria del Mar

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Había una vez, en los años 80, una colorida noria de feria que se encontraba en el puerto de Cartagena. Esta noria, que alcanzaba una altura impresionante, había sido una de las atracciones más populares en la feria, visitada por niños y adultos por igual.

En aquel entonces, el puerto estaba rodeado por una gran valla que ocultaba la vista del mar. Muchos niños que crecían en Cartagena no habían visto nunca el maravilloso espectáculo de la bahía y sus aguas azules, ya que la valla lo mantenía alejado de sus ojos curiosos.

Un día, un niño pequeño llamado Andrés visitó la feria con sus padres. Aunque había ido a la feria en otras ocasiones, nunca había subido a la noria. Ese día, sus padres decidieron que Andrés tenía la edad suficiente para disfrutar de la atracción.

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Mientras subía a la noria, Andrés no sabía qué esperar. Estaba nervioso, pero también emocionado. A medida que la noria comenzaba a girar, el niño sintió una mezcla de miedo y asombro. Pero lo que más lo sorprendió fue la vista que se abría ante él al alcanzar la cima de la noria.

Desde lo alto de la noria, Andrés pudo ver por primera vez la bahía de Cartagena en todo su esplendor. Las aguas azules brillaban bajo el sol, y los barcos se balanceaban suavemente en el puerto. El niño quedó absolutamente fascinado por la belleza de la escena y, desde ese día, soñó con compartirla con su propia familia algún día.

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Años más tarde, cuando Andrés se convirtió en padre, decidió llevar a sus hijos a la feria en el puerto de Cartagena. Recordaba con cariño aquel día en que había visto por primera vez la bahía desde lo alto de la noria y quería que sus hijos experimentaran la misma emoción y sorpresa que él había sentido.

Sin embargo, cuando llegaron al lugar donde solía estar la noria, se encontraron con que ya no estaba allí. La icónica noria había sido desmontada años atrás, y en su lugar había una explanada vacía. Andrés sintió una punzada de tristeza al darse cuenta de que sus hijos no podrían tener la misma experiencia que él.

Pero mientras Andrés contemplaba el lugar, notó algo sorprendente: la valla que antes ocultaba el mar también había desaparecido. En su lugar, había una vista abierta y panorámica de la bahía de Cartagena, que brillaba bajo el sol como lo había hecho tantos años antes.

Aunque sus hijos no pudieron subir a la noria, pudieron contemplar el mar tal y como lo había hecho Andrés cuando era niño. Se sentaron en la explanada, con la brisa marina acariciando sus rostros, y disfrutaron del espectáculo que les ofrecía el mar.

El recuerdo de la noria quedó grabado en el corazón de Andrés, y aunque ya no estaba allí, la experiencia de compartir la belleza del mar con sus hijos fue igual de especial. Desde aquel día, la familia hizo de la vista de la bahía de Cartagena un lugar de encuentro y disfrute. Cada vez que visitaban el puerto, Andrés les contaba a sus hijos la historia de la noria y cómo había sido la primera vez que vio el mar desde lo alto.

Los años pasaron y los hijos de Andrés crecieron. A medida que se convirtieron en adultos, cada uno tomó rumbos diferentes, pero siempre llevaban consigo el recuerdo de aquellos días en el puerto con su padre. La bahía de Cartagena y la historia de la noria se convirtieron en símbolos de unión y felicidad para la familia.

Un día, los hijos de Andrés, ya adultos, decidieron hacerle un regalo muy especial. Reunieron sus ahorros y compraron una pequeña embarcación de madera. La pintaron de colores vivos, como la noria que Andrés recordaba con tanto cariño, y le dieron el nombre de “Noria del Mar”.

Cuando Andrés vio la embarcación por primera vez, no pudo contener las lágrimas de emoción. Sus hijos le dijeron que, aunque la noria ya no estaba en el puerto, querían que pudiera seguir disfrutando de la vista del mar de una forma única y especial.

Desde ese día, Andrés y su familia comenzaron a navegar por la bahía de Cartagena a bordo de la “Noria del Mar”. Descubrieron nuevas vistas y paisajes que nunca antes habían visto, y la belleza del mar los seguía sorprendiendo y maravillando.

La noria de feria pudo haber desaparecido, pero su espíritu seguía vivo en el corazón de Andrés y su familia. A través de la “Noria del Mar”, siguieron compartiendo momentos inolvidables y disfrutando de la maravillosa bahía de Cartagena, recordando siempre aquel día en que un niño pequeño vio el mar por primera vez desde lo alto de la noria.

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